Bourriaud defiende que es posible comenzar este
siglo apropiándose de nuevo del concepto de modernidad sin experimentar ni por
un momento el sentimiento de volver al pasado. Lo moderno es lo que pertenece a
su tiempo. Ser moderno es aprovechar la ocasión, aventurarse y no conformarse
con la tradición, con fórmulas y categorías existentes y abrir nuevos caminos,
convertirse en piloto de pruebas.
La radicantidad altermoderna consiste en un
movimiento espontáneo, en trasplantar el arte a territorios heterogéneos y
confrontarlo a todos los formatos disponibles. Lo radicante se presenta como un
pensamiento de traducción, en un arraigamiento precario que implica entrar en
contacto con un suelo que recibe, un territorio desconocido. Cada punto de
contacto que forma la línea radicante presenta un esfuerzo de traducción. Desde
ese punto de vista el arte no se define como esencia sino como materia gaseosa
susceptible de llenar las actividades humanas más diversas. Se escapa del
discurso tecnológico, apropiándoselo y creando nuevas subjetividades.
Recupera la figura del éxota del escritor viajero francés, Segalen. A principios de
siglo XX en su ensayo sobre el exotismo explora las consecuencias de la
colonización en la identificación empática con otras culturas. No se trata de
mezclarse, de fusionarse con el otro, - sería una falsedad y una hipocresía -
en el sentimiento de lo diverso. El éxota es un viajero que no pretende
ejercer la empatía, sólo pretende traducir, articular el pensamiento del otro
ya que no puede llegar a ser como los sujetos de las culturas que visita. Este
acto de traducción es el acto ético central de este viajante nato capaz de
percibir lo distinto, lo plural, en su intensidad. El éxota es el que logra volver a sí mismo luego de haber atravesado
lo diverso La red nos ofrece hoy un mundo tan grande que no podemos abarcarlo, pero podemos navegarlo con ese mismo espíritu investigador y abierto.
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